21. Reincidentes

Y sucede lo que nunca planeé. Custodiados por la oscuridad, nos leemos en silencio. Con los ojos cerrados, nuestras manos hablan por nosotros. Extraña sensación esta de descubrir tu cuerpo. Por primera vez en mi vida, siento pudor al tocar una piel desnuda. Quizá sea porque hay más que piel entre nosotros.

Siento aún la humedad que las lágrimas dejaron en tu rostro, y me estremezco con su tibieza. Recorro el camino que marcaron con mis labios, intentando borrar su rastro. Ya pasó, no llores más, por favor. Te lo susurro sin tener que hacer uso de las palabras. Pero sé que tú me entiendes. La estrechez de tu abrazo me lo confirma.

Todo ocurre despacio, algo insólito en mis costumbres. Acariciarte es más que un mero preámbulo. Es el fin en sí mismo. No tengo prisa por quitarte la ropa, quemar cada paso, solventar el trámite y salir corriendo. Me siento bien adorándote sin más. Disfruto del momento. Curioso no haber aprendido antes a pararme en estos pequeños placeres.

No me reconozco. Sólo tú eres realidad. Y esta noche, sólo sueño.





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