Sin embargo, debería ir planteándome la abstemia para ahorrarme más de un quebradero de cabeza. Meter la pata con alguien de quien a duras penas recuerdo el nombre, en ocasiones, puede removerme la conciencia durante un par de días. Una semana a lo sumo si, además, cometí el desliz de darle mi número de teléfono mintiéndole con que estaba deseando que hubiera una segunda vez. En esos casos, si desgraciadamente la otra parte me cree, tan sólo hay que dejar el teléfono sonar o unos mensajes sin contestar. Dar la callada por respuesta suele tener rápidos resultados, ya que la mayoría prefiere olvidarse del tema antes que correr el riesgo de insistir y acabar perdiendo la dignidad.

El problema empeora si ese "alguien" eres tú, de quién conozco el nombre y toda una vida. Mi conciencia sufre un terremoto de remordimientos. No se bien qué pasó anoche, pero algo dentro de mi opina que demasiado. En esta ocasión, no creo que sea posible que el lunes, como cada semana, entre cañas y risas, despellejemos al ligue de turno. Ojala fueras, simplemente, uno de esos rollos de una noche, que desaparecen de mi mente al siguiente fin de semana sin demasiadas consecuencias. Pero, de repente, es tu nombre el que parpadea en la pantalla de mi móvil y yo, más que nunca, me arrepiento del haberme dejado llevar por culpa del exceso de cubatas. Sin embargo, nada cambia. Tras tu segundo intento, recurro a mi evasiva habitual….