¿Recuerdas cómo nos conocimos? Me acerqué a ti y te dije: ¿Sabes? Desde que te he visto se que vas a ser el amor de mi vida. Yo no sabía ni lo que decía, solo quería captar tu atención. Tú tampoco me tomaste en serio. Sin embargo, aquella frase improvisada, resultado de exceso del alcohol y una noche de interminables miradas entre ambos, ha sido la mayor verdad que he dicho nunca.Y es que eres la cicatriz que señala mi alma. Has marcado mi pasado, mi presente y mi futuro. Tú me enseñaste a ser feliz, tú me has hecho derrochar todas mis lágrimas y sólo tú serás mi pensamiento constante.
En cada recuerdo de felicidad que evoco, tú estás a mi lado. Lo siento, no consigo acordarme de porqué me alejé de ti. Será porque cuando marchaste, te llevaste en la maleta todos los malos momentos y tan sólo dejaste olvidado ese pedacito de ti que tanto amé.
Lo siento. Siento mi cobardía, mi frialdad y mis silencios; siento no habernos dado el digno final que nos merecíamos; siento que te fueras pensando que no me importabas; siento... que te fueras y ya no poder decírtelo.
Como siempre, llego tarde. Yo y mi maldita manía de dejarme llevar por la corriente sin decidir dónde quiero que me lleve la marea. Ahora ya no puedo quejarme, no tendría sentido. Las palabras quedaron sin decir y ahora cargo siempre con su peso. Quizá esa sea mi penitencia por cada una de las lágrimas que vertiste por mi.
Pero no mereces lamentaciones a destiempo. Así que no me quejaré más. Sólo te querré el resto de mi vida. Quizá esto también te llegue tarde, lo se. Será mi última muestra de egoísmo: déjame que tu recuerdo me acompañe siempre ¿vale? Así nunca más tendré que pasar mi noche sin ti.
